Divisiones. Ellos y nosotros. Un nosotros que quiere mejorar lo que ellos vinieron haciendo por mucho tiempo sin –al parecer- éxitos visibles. Un soldado cae prisionero y es trasladado a un campo de experimentación para testear en él, las innovaciones que se desean aplicar a través de conductas y alimentos. Este conejillo de indias es atendido por Irma e Isabel, con una líder todo poderosa llamada Iris, secundada por Isolda. El relato de la experiencia realizada con el soldado la llevan a cabo Irma e Isabel, contando en todo momento lo que ocurre desde su óptica, que no siempre coincide con la del soldado en cuestión. La creación de sentido es amplia y aparece como las diversas capas de una cebolla. Desde una iluminación luminosa y fría, que contextualiza el teatro de operaciones en una escenografía tan exacta en su reconocimiento como indescifrable en su ubicación geográfica (puede ser Guantánamo o Batán). El relato realizado por las “soldadas” –vestuario exacto para la identidad de los personajes- es similar a la capacitación de un call center: sonrisa “telefónica” mixturada con la seriedad del caso pero sin especificar mucho más. O sea, se comunica una barbaridad pero con un tono “servicial” lo cual es doblemente cruel. Estos son algunos de los tantos puntos a analizar de una obra que esconde, bajo la sonrisa de las chicas, un mundo no tan lejano de “mejoras tecnológicas y humanas” donde las diferencias quedan en un segundo plano en pos de una igualdad y masificación completa. Las actuaciones son exactas en sus composiciones y son la cereza de un postre amargo de modernismo vacuo, reflejado en una excelente puesta
Una reflexión sobre el poder: ¿cuál es la diferencia entre el que proponemos y al que nos oponemos?
viernes, 3 de diciembre de 2010
En el campo (crítica de Daniel Gaguine)
Divisiones. Ellos y nosotros. Un nosotros que quiere mejorar lo que ellos vinieron haciendo por mucho tiempo sin –al parecer- éxitos visibles. Un soldado cae prisionero y es trasladado a un campo de experimentación para testear en él, las innovaciones que se desean aplicar a través de conductas y alimentos. Este conejillo de indias es atendido por Irma e Isabel, con una líder todo poderosa llamada Iris, secundada por Isolda. El relato de la experiencia realizada con el soldado la llevan a cabo Irma e Isabel, contando en todo momento lo que ocurre desde su óptica, que no siempre coincide con la del soldado en cuestión. La creación de sentido es amplia y aparece como las diversas capas de una cebolla. Desde una iluminación luminosa y fría, que contextualiza el teatro de operaciones en una escenografía tan exacta en su reconocimiento como indescifrable en su ubicación geográfica (puede ser Guantánamo o Batán). El relato realizado por las “soldadas” –vestuario exacto para la identidad de los personajes- es similar a la capacitación de un call center: sonrisa “telefónica” mixturada con la seriedad del caso pero sin especificar mucho más. O sea, se comunica una barbaridad pero con un tono “servicial” lo cual es doblemente cruel. Estos son algunos de los tantos puntos a analizar de una obra que esconde, bajo la sonrisa de las chicas, un mundo no tan lejano de “mejoras tecnológicas y humanas” donde las diferencias quedan en un segundo plano en pos de una igualdad y masificación completa. Las actuaciones son exactas en sus composiciones y son la cereza de un postre amargo de modernismo vacuo, reflejado en una excelente puesta
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario